El impacto del liderazgo y la importancia del equipazgo
En los últimos meses he estado leyendo más de lo habitual, buscando libros y artículos que me ayuden en mi nuevo rol, mucho más centrado en la gestión de personas. Este cambio me exige desarrollar habilidades diferentes a las que antes dominaba.
En gran parte de lo que leo aparece una idea común: la importancia de un buen líder. Un líder no solo destaca por lo que hace, sino por cómo lo hace. Tiene cualidades visibles, pero también intangibles que consiguen que el equipo brille. A veces nos transmite la sensación de que logra todo por sí mismo, aunque en realidad el éxito siempre es colectivo.
Podemos pensar en referentes como Steve Jobs, cuyo impacto trasciende la tecnología, o en figuras del deporte como Sergio Scariolo, seleccionador de la Selección Española de Baloncesto. Su palmarés como entrenador es impecable, con grandes éxitos… pero también con fracasos sonoros. ¿Qué marca la diferencia en esos escenarios? Los jugadores. Y ahí está la clave: el éxito de un gran líder depende siempre del equipo. Liderar no es estar por encima del grupo, sino hacerlo brillar.
El impacto de un líder en su equipo
Si ocupas un puesto de liderazgo y tienes personas a tu cargo, lo primero que debes preguntarte es:
- ¿Tengo el equipo que quiero?
- ¿Se complementan entre sí?
- ¿Qué fortalezas y debilidades compartimos?
Puede parecer algo básico, pero para mí es lo más importante: un equipo se define por lo que su líder quiere construir de él.
El deporte nos ofrece ejemplos muy claros. Pensemos en los Lakers que reunieron a Gary Payton, Kobe Bryant, Karl Malone y Shaquille O’Neal, dirigidos por Phil Jackson, considerado el mejor entrenador de la historia. Sobre el papel parecía un equipo imbatible, pero los resultados fueron un fracaso. ¿Por qué? Porque no se complementaban. Había talento individual, pero no existía cohesión.
Desde la perspectiva del liderazgo, Phil Jackson no logró encontrar el punto que hiciera funcionar a esas estrellas como conjunto. Tal vez por miedo a perder a alguno de ellos frente a la directiva, no tomó decisiones valientes: reducir minutos, reorganizar quintetos o incluso prescindir de alguno. Esa falta de determinación también fue parte del fracaso.
Ahora bien, culpar solo al líder sería injusto. Los jugadores también fallaron: no supieron adaptarse, no lideraron su rol dentro del equipo y bajaron su rendimiento. El fracaso fue compartido.
Este ejemplo refleja algo que a veces olvidamos en el día a día: la unión hace al equipo. Puedes rodearte de personas con mucho talento, pero si no trabajan en función de un objetivo común, lo más probable es que no llegues muy lejos.
El concepto de Equipazgo
En gestión de proyectos o productos, esto se traduce en algo muy concreto: que el éxito depende de todos. Cada persona debe saber cuáles son sus funciones y estar ubicada en el lugar donde más puede aportar.
Como dice Manu Fosela en su libro Liderazgo Afectivo, este enfoque se llama Equipazgo: un grupo de profesionales donde cada miembro asume liderazgo en su ámbito, toma decisiones y trabaja en conjunto por un objetivo común.
Por qué aspiro a trabajar en un Equipazgo
Muchas veces asociamos la figura del líder a alguien casi “superhéroe”, capaz de hacerlo todo. Ese liderazgo personal logra resultados inmediatos, pero suele ser insostenible: cuando el líder se va, los procesos dejan de fluir y el equipo parece perder valor.
Yo mismo lo he vivido en mi transición de técnico a manager: a veces terminas asumiendo tareas que no te corresponden para tapar carencias del equipo. El objetivo se consigue, sí, pero sacrificando tu verdadero rol.
Por eso creo en el liderazgo compartido. No significa que todos tengan el mismo poder de decisión —eso sería democracia—, pero sí que cada persona lidere su parcela de responsabilidad. Desde el primero hasta el último miembro del equipo. Algo tan simple como testear, documentar bien y pedir feedback ya es una forma de liderazgo.
El reto está en que muchos solo hacen “su tarea” y esperan a que alguien más la empuje. Aquí entra el rol del líder: explicar claramente qué espera de cada persona, ser coherente en la exigencia y ayudar a cada uno a mejorar. Siempre digo a mi equipo que su “yo de dentro de un año” debe ser mejor que su “yo actual”. Y esa misma exigencia me la aplico a mí.
No todo el mundo disfruta de este enfoque. Hay personas que prefieren quedarse en su zona de confort, y está bien. Pero si alguien no encaja con la cultura y los valores de la compañía, es mejor afrontarlo pronto, por el bien de todos.
El Equipazgo no significa pensar igual, caerse bien o estar siempre de acuerdo, sino saber trabajar juntos y complementarse. Si además hay confianza, humor y buen ambiente, mucho mejor, pero eso debe ser una consecuencia, no un objetivo.
El reto de sostener un Equipazgo
Lograr un Equipazgo es difícil y mantenerlo en el tiempo aún más. Cada persona es distinta, cambia con el tiempo, y los equipos también evolucionan. Pero cuando ocurre, es una experiencia única y enormemente gratificante.
Se suele decir que un buen manager se nota cuando el equipo funciona incluso en su ausencia. Estoy de acuerdo, con un matiz: un buen líder no solo asegura el presente, sino que anticipa los problemas del futuro. Si el primer día que no estás ya se nota tu ausencia, probablemente no estabas liderando de la mejor forma.
👉 Para mí, un verdadero líder no es quien brilla más, sino quien consigue que su equipo brille para conseguir los objetivos propuestos.